domingo, 2 de septiembre de 2012


Las comunidades que borró la explosión
08:43 am 02-Sep de 2012|Maolis Castro
Un estallido dejó desolados a El Campito, La Pastora I y algunas áreas de Alí Primera, Creolandia, San Rafael y la urbanización Antonino, en Paraguaná
La explosión de Amuay borró a localidades vecinas del complejo
La explosión de Amuay borró a localidades vecinas del complejo | Raúl Romero
El Campito fue devorado hace ocho días por la explosión del Centro de Refinación de Paraguaná. Los techos desplomados de las casas reposan en el terreno baldío. Sobre los escombros, algunos intentan conseguir rastros de personas desaparecidas. Los pocos muros aún erguidos son monumentos a la desgracia.

A Oleida de Nóbrega, quien vivió a una cuadra de la comunidad, se le hace difícil acostumbrarse al paisaje: "Nadie pensó que tal desgracia pudiera ocurrir. Allí vivían nuestros vecinos que saludábamos y veíamos todos los días. Sin embargo, ellos fueron los más afectados porque estaban dentro de la refinería".

El 25 de agosto, en la madrugada, cambió el mapa en la manzana que rodea las instalaciones petroleras. La explosión de Amuay borró a localidades vecinas del complejo: El Campito, La Pastora I y algunas áreas de Alí Primera, Creolandia, San Rafael y la urbanización Antonino. En la actualidad son pueblos condenados a la soledad.

En Alí Primera, antiguamente La Vela, se carga a cuestas con el éxodo.

Los habitantes, que alguna vez presenciaron los funerales del cantautor venezolano y llevaron con orgullo su nombre, ven demoler sus viviendas.

"Estamos muy tristes porque desaparecieron nuestras casas", asegura Josefa Díaz.

Para Guillermo De León, cronista del municipio Carirubana de Paraguaná, el estallido voló a zarpazos más de 60 años de historia regional: "Fueron comunidades que surgieron al compás de la refinería. Se establecieron con la instalación de la compañía Creole en la década de los cincuenta e, inicialmente, eran la residencia de la mayoría de sus trabajadores".

Judibana fue la primera en consolidarse en las proximidades de la refinería. Sus fundadores fueron trabajadores de la Creole.

En la comunidad ­una de las menos perjudicadas por el estallido­ lograron presenciar el crecimiento de sus vecinos: los moradores del destacamento militar 34, ahora 44, que construyeron viviendas en el sector El Campito. Eran, en su mayoría, uniformados junto con sus familiares y así permanecieron hasta el 25 de agosto.

Las refinerías determinaron el surgimiento de Punto Fijo como una gran ciudad. "Si no hubiesen sido establecidas, esto no sería lo mismo", dice De León. Los urbanismos fueron achicándose con el crecimiento de la refinería.

Después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, se erigieron dos nuevos sectores: Creolandia y San Rafael. En los improvisados pueblos se asentaron trabajadores de la compañía petrolera que no contaban con suficientes recursos.

Memoria desalojada


La amplitud de Creolandia ­conformada por 10 zonas y la más grande de la lista de poblaciones afectadas­ confunde a ratos al visitante. "Hubo lugares que fueron dañados y otros no. Esto es muy grande", relata María Díaz, vecina.

En pocos años ya se había establecido La Pastora, Alí Primera y la urbanización Antonino que no alcanza una década. En esos lugares se conformó un perímetro de seguridad parecido al de las zonas en guerra.

Desde hace una semana se aprendió a convivir entre militares, funcionarios de Pdvsa, periodistas, curiosos y maquinarias pesadas.

Marina Mujica, que vivía en Antonino, compara la desaparición de la urbanización con la caída de un meteorito. "Fue tan grande el estruendo que todavía aturde. Es imposible de creer". Cuenta que durante la tragedia se emboscaron en las comunidades aledañas.

Las paredes de la casa de Beatriz De Gouveia, habitante de La Pastora I, crujieron debido a la explosión. "Yo salí por el fuerte golpe. Vi la candela y parecía el fin del mundo. Tengo hijos heridos, perdí mi casa y locales. Una gran desgracia sucedió".

En La Pastora I, que quedó completamente inhabitable, es difícil desprenderse de las memorias. Pese al cerco militar, algunos vecinos acuden para visitar sus casas y llorarlas como si estuviesen en un cementerio. De León opina que en estos lugares, a excepción de El Campito, podría dificultarse el desalojo: "Será difícil, pues la gente se aferra a estos espacios, pues tienen una carga sentimental para ellos".

Diversidad cultural


En Punto Fijo se concentran grupos de inmigrantes, o sus descendientes, en varias zonas. Llegaron, en su mayoría, durante el boom petrolero. Italianos, portugueses, españoles, libaneses, árabes, chinos, entre otras nacionalidades, se establecieron en las cercanías de la refinería.

Una evidencia de su arraigo está en los centros instaurados en la ciudad: hispano, italiano y árabe, por ejemplo.

Jenny Gouveia, hija de inmigrantes portugueses, recuerda que sus padres fueron fundadores de La Pastora I: "Vinieron a luchar y trabajar. Se enamoraron de Venezuela y se establecieron en ella. Actualmente, no concebimos que todo se haya acabado con una explosión".

En el área cercana a la refinería se encontraban muchos comercios que eran regentados por personas de procedencia extranjera. En las poblaciones perjudicadas por la explosión, igualmente, es fácil toparse con vecinos de apellidos de origen italiano, portugués o árabe. "Ha sido una tragedia que no sólo enluta a los venezolanos, sino a varias personas que sintieron a Punto Fijo como otro hogar", dice Gouveia.

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