jueves, 8 de noviembre de 2012
Cristina Fernández enfrenta un nuevo cacerolazo
El cacerolazo ha sido muy cuestionado por el gobierno y sectores sociales cercanos, que lo han identificado con la "derecha rancia"
ÚN| AP.- La presidenta Cristina Fernández se enfrenta el jueves a un nuevo cacerolazo en Argentina en contra de su gestión en un marco de crecientes tensiones entre oficialistas y opositores sobre el verdadero alcance y significado de la protesta.
El cacerolazo que fue convocado en las redes sociales por argentinos descontentos con el gobierno supone un nuevo desafío a la mandataria en menos de dos meses. El 13 de septiembre fue el primero de carácter masivo contra el gobierno en la capital argentina y otras ciudades importantes del país.
La presidenta fue reelegida con un contundente apoyo del 54% hace poco más de un año, pero varios sondeos de opinión muestran que se produjo una merma de su popularidad. La consultora Management & Fit difundió una encuesta realizada en septiembre a 2.259 personas en todo el país en la que 60,6% desaprobó la gestión presidencial, mientras que 30,6% la aprobó y 8,8% no contestó.
Esta vez los manifestantes partirán a las 2200 GMT desde distintos barrios de Buenos Aires para confluir en la plaza donde se alza el Obelisco de la ciudad. La protesta se reproducirá en otras ciudades del país como Rosario, Mendoza y Córdoba. También ha sido convocada por argentinos que viven en el extranjero y que protestarán ante las embajadas de su país en ciudades como Madrid, Barcelona, Roma, Washington, Nueva York, Santiago de Chile y Montevideo.
Los participantes dicen ser personas que se han convocado de forma independiente, sin haber sido movilizados por los partidos políticos. Entre sus quejas están la creciente inseguridad, el aumento de los precios, los casos de corrupción que salpican a funcionarios y el apoyo de algunos sectores oficialistas a una eventual segunda reelección consecutiva de Fernández, prohibida por la constitución.
La oposición, que sufre una crisis de credibilidad, se ha manifestado a favor del nuevo cacerolazo, que vaticinan será más masivo que el del 13 de septiembre, particularmente en Buenos Aires. Algunos de sus dirigentes han señalado que no asistirán a la protesta para no extraerle el carácter espontáneo que le adjudican.
El jefe del bloque de senadores de la opositora Unión Cívica Radical, Ernesto Sanz, respaldó la manifestación al afirmar a medios de prensa que prefiere "toda la vida una sociedad movilizada y no una sociedad anestesiada''.
La contadora Mariana Torres, una de las convocantes del cacerolazo en las redes sociales, dijo a The Associated Press que los manifestantes buscan que el gobierno preste atención a sus reclamos. Pero aclaró que las quejas también van dirigidas a la oposición. ``La gente no se siente representada por nadie, es un reclamo para todos. Le están pidiendo a la oposición que surja y al gobierno que los escuche'', señaló.
Sin embargo, el oficialismo afirmó que el cacerolazo es una protesta organizada por la oposición y por los medios de comunicación críticos con la presidenta, como el Grupo Clarín, al que consideran hegemónico.
El diputado oficialista Edgardo Depetri calificó de ``marcha opositora'' a la protesta. ``Ha perdido el intento que algunos le quisieron dar de marcha independiente, ha perdido la frescura, la legitimidad social cuando vemos que está convocada centralmente por el Grupo Clarín, que trata de maximizar la masividad de esta marcha, y por (el opositor alcalde de Buenos Aires Mauricio) Macri''.
Este último, de ideología conservadora y principal opositor a Fernández -- que representa a un sector izquierdista dentro del peronismo-- dijo la víspera en su cuenta de Twitter: ``El 8N vayamos con una sola bandera, la argentina''.
Depetri sugirió además que el corte de energía de la noche del miércoles que generó un caos en la capital argentina y su cinturón urbano pudo haber sido provocado por sectores que buscaban ``irritar'' a la población un día antes de la protesta. ``Parecería que el diablo metió la cola'', afirmó a medios de prensa.
Algunos barrios de la capital seguían el jueves sin luz tras el apagón que afectó a 850.000 usuarios en medio de una ola de calor en la que la temperatura trepó a los 36 grados centígrados. Cientos de personas salieron a la calle a golpear sus cacerolas indignadas por el corte que las distribuidoras eléctricas Edesur y Edenor atribuyeron a la caída de dos líneas de alta tensión.
Poco después de que Depetri opinara sobre el masivo corte de luz, el ministro de Planificación Julio de Vido dijo que el apagón ``no fue por déficit de mantenimiento'' de las líneas de alta tensión que salieron de servicio y anunció que las causas ``serán determinadas por la justicia... para ver quién bajó la palanca, para ver quién interrumpió el servicio''.
El cacerolazo ha sido muy cuestionado por el gobierno y sectores sociales cercanos, que lo han identificado con la "derecha rancia''. Lo mismo hizo el Ejecutivo con la protesta del 13 de septiembre, cuando consideró que no quedaba claro cuál era su objetivo y criticó que fuera representativa de sectores acomodados. En esa última protesta participaron mayoritariamente sectores de clase media y media alta.
El senador oficialista Aníbal Fernández dijo que el nuevo cacerolazo ``es un invento de una facción de ultraderecha'' y "remanentes de lo que fuera el golpe militar'' de 1976, que instauró una dictadura de siete años.
La titular de la asociación de derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, muy cercana a la presidenta, dijo a su vez que quienes participarán del cacerolazo ``no son grupos marginales'' sino ``grupos de poder''.
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